La colección de Christian Lacroix, presentada el 7 de julio en París, se ha convertido, sin duda, en una de las colecciones más significativas de la historia de la Semana de la Alta Costura parisina: creada literalmente en el último minuto por el esfuerzo combinado de cortadores, joyeros, sombrereros, zapateros - todos aquellos que, a pesar de la quiebra de la legendaria casa de moda francesa, se mantuvieron fieles a Christian Lacroix.
El destino de la casa de Christian Lacroix aún no está claro: el anterior propietario de la empresa decidió despedir a más de cien trabajadores, reduciendo el personal a solo 12 empleados. Debido a las condiciones financieras extremadamente difíciles, todos, incluido el propio Christian Lacroix, trabajaron en la colección de forma totalmente gratuita: solo los modelos recibieron 50 euros por pasarela.
A pesar de la imposibilidad, como antes, de utilizar telas caras y joyas de lujo, Lacroix logró crear una nueva y, posiblemente, su última colección bajo la marca Christian Lacroix, una de las mejores en la historia de su propia casa. Concentrándose en una silueta estricta, definida y esa practicidad que pocas veces distingue a las colecciones de alta costura, Lacroix apostó por una paleta discreta de negro y azul marino, encarnándola en abrigos petite, faldas de campana, vestidos de cóctel y chaquetas oversize. La forzada sencillez de la colección se convirtió finalmente en una de sus principales ventajas: desde un clásico vestido de fiesta sin tirantes con falda bordada hasta un vestido largo azul marino con un hombro y un seductor corte en la espalda. Al final del espectáculo, sus invitados dieron una ovación de pie a Christian Lacroix,apareció en la pasarela con el modelo de cierre.
