Colores modestos, líneas fluidas de estilos, un mínimo de accesorios y nada que pudiera distraer al espectador del movimiento de las telas, movidas como ráfagas de viento. Hermes sabe muy bien qué es la verdadera aristocracia, cómo se ve la verdadera nobleza y que la verdadera riqueza no necesariamente brilla con todos los tonos de oro.

El lujo de Hermes no es lo que la mayoría está acostumbrada. No hay ostentación, grandilocuencia, ningún deseo de venderse al mundo a un precio más alto. Pero este es el verdadero lujo francés, renacido en la revolución burguesa: la capacidad de permitirse vestirse elegantemente sin sobresalir entre la multitud. Donde otras marcas brillarían con formas extrañas, líneas multicolores y complejas, Hermes se conforma con un rectángulo.

Entre las adiciones originales a la colección, cabe destacar gorras hechas de piel de astracán y visón negros, tops y faldas de visón, chalecos de piel que se usan sobre vestidos con una textura fina y brillante. Hermes utiliza pieles naturales, que últimamente solo las mejores marcas pueden permitirse. Sin embargo, la marca no abusa de esta tradición, no usa su bravuconería ni se jacta por el bien de: detalles y cosas de piel natural se encuentran solo en unos pocos modelos.

Ahora que los artesanos de China han demostrado que es posible copiar bordados de Valentino y estampados de Dolce Gabanna, Hermes sigue siendo un comerciante único de lujo y belleza que no se puede duplicar.